Entre el 2006 y 2015 el Estado invirtió $10,258 millones en Educación y Formación Laboral, sin embargo, el protagonismo juvenil en la expansión del empleo cayó abruptamente, de obtener 1 de cada 3 nuevos empleos creados entre el 2004 y 2009, a representar apenas 1 de cada 15 de las nuevas plazas generadas en los últimos 5 años. Nuestro sistema educativo está divorciado de la realidad laboral del país y no está generando las competencias que el sector productivo requiere, ni facilitando la creación de empleo sostenible para la población joven. Esto está ocasionando graves distorsiones entre la oferta y la demanda, así como graves repercusiones sociales. En este contexto, la formación técnica plantea una plataforma para mejorar la competitividad y la inclusión productiva.