Por Hernán Trinco, Cibersecurity Presales de OCP TECH

En los últimos años, la ciberseguridad pasó de ser una función opcional a convertirse en una prioridad para las empresas que operan a través de internet (es decir, todas). Atrás quedaron las épocas en la que la seguridad informática consistía en actualizar el antivirus en unas pocas computadoras. Hoy, la interconexión de dispositivos ha multiplicado exponencialmente las amenazas y los ciberataques se están volviendo cada vez más sofisticados. Esto nos habla de la necesidad de implementar soluciones que no solo detecten estas amenazas, sino que actúen de manera proactiva y en tiempo real. No es de extrañar, ante este panorama, que las empresas hayan recurrido a la Inteligencia Artificial (IA) como su nueva y principal aliada.

La IA cumple una doble función muy contradictoria en términos de ciberseguridad: se ha convertido en una herramienta clave tanto para la defensa como para el ataque. Con el aumento constante de datos y la diversificación de puntos vulnerables, las técnicas tradicionales de seguridad parecen no ser suficientes. Los avances en Machine Learning y, más recientemente, en IA Generativa, permiten automatizar la detección de amenazas, prever comportamientos maliciosos y bloquear ataques antes de que se materialicen. La ventaja principal de estos sistemas es que son capaces de aprender de los incidentes en los que se involucran y adaptarse rápidamente a nuevas formas de ataque. Sin embargo, el poder de la IA también ha sido aprovechado por actores vinculados al ciberdelito, quienes ahora pueden generar ataques más rápidos y efectivos sin necesidad de grandes conocimientos técnicos, lo que aumenta la complejidad de la puja por la ciberseguridad.

Uno de los mayores desafíos en la actualidad es proteger a la IA de la propia IA. A medida que se integra más en los sistemas de defensa, la inteligencia artificial también se convierte en un objetivo para los ciberatacantes. Ese es el caso del "Adversarial Machine Learning", una técnica que puede sabotear sistemas de IA al corromper los datos de entrenamiento o manipular los resultados para causar daño, como en el caso de autos autónomos que pueden ser engañados al colocarle objetos inexistentes en su camino. Este ejemplo grafica la vulnerabilidad que enfrentan las empresas de ciberseguridad, que están viéndose obligadas a defenderse no sólo de amenazas externas, sino también a blindar los algoritmos y modelos de IA que utilizan.

Respecto a la implementación de inteligencia artificial, empresas como Cisco llevan la delantera. Cisco está utilizando la IA en varios niveles dentro de sus soluciones de seguridad, desde asistentes inteligentes que hacen más fácil la administración de sistemas, hasta herramientas que son capaces de detectar amenazas complejas en tiempo real tras analizar enormes volúmenes de datos para encontrar patrones anómalos. La automatización de estos procesos no solo reduce el tiempo de respuesta ante ataques, sino que también libera a los equipos de TI de tareas repetitivas y les permiten concentrarse en actividades estratégicas. Asimismo, los sistemas inteligentes pueden identificar vulnerabilidades que el ojo humano o las soluciones tradicionales pasarían por alto, lo que fortalece la infraestructura de seguridad de manera integral.

Esto no quiere decir que la integración de la IA en ciberseguridad no esté exenta de riesgos. Como cualquier tecnología emergente, además del riesgo de la IA puesta a trabajar contra sí misma, existen preocupaciones sobre su uso ético y posibles abusos. El desarrollo de algoritmos que son cada vez más autónomos plantea preguntas sobre quién controla en última instancia a estos sistemas y cómo se toman las decisiones en situaciones críticas. Además, la posibilidad de que los atacantes utilicen IA para desarrollar amenazas a gran escala (como malware autónomo capaz de replicarse y adaptarse) genera una carrera constante entre la innovación en defensa y la sofisticación de los ataques, un enfrentamiento cuyo resultado todavía está por definirse (si es que lo hace alguna vez).

A esta altura del partido ya nadie puede negar que la Inteligencia Artificial se está transformando en un pilar central de la ciberseguridad. Su capacidad para automatizar tareas, analizar grandes volúmenes de datos y mejorar la protección es un recurso invaluable en un entorno digital cada vez más complejo en todos sus niveles. Sin embargo, también nos enfrenta ante nuevas amenazas, tanto para las empresas como para los usuarios. El reto es seguir innovando y adaptando nuestras defensas a medida que la IA evoluciona, asegurando que su poder se utilice para proteger nuestras infraestructuras digitales, en lugar de ponerlas en riesgo.