P&G, en alianza con el Comité de Desarrollo Organizacional de AmCham, organizó el panel virtual “Ni machos alfa ni super mujeres: un balance en la igualdad de género” el día 9 de marzo, aprovechando la conmemoración del mes de la mujer.
Alyssa Lince Boyd, Chair del Comité de Desarrollo Organizacional de AmCham, y moderadora del panel, dio la bienvenida a los participantes: Paula Villaseñor, directora de Comunicaciones de P&G, Juan Pablo García, director de Innovación y Costos del Negocio de Cuidado del Cabello de P&G Latinoamérica, y a Ana Carrasquero, gerente de Cuentas en Komunika Latam.
El panel inició con la reflexión sobre los avances en materia de equidad de género que se han logrado a lo largo del tiempo, se discutieron las acciones que podemos tomar para alcanzar mayor inclusión en los espacios de trabajo, así como la importancia de incluir a los hombres en los esfuerzos empresariales de equidad e igualdad de género. Ésta no puede lograrse con los esfuerzos de unas cuantas personas, para ello tenemos que estar todos incluidos, y eso involucra a los hombres.
Uno de los puntos clave de la discusión fue que, no son los extremos los que nos llevarán a un punto sano en común ni a cerrar las brechas entre hombres y mujeres. Tampoco se trata de realizar una inclusión forzada, se trata de crear las condiciones y el ambiente propicio para que cada persona desarrolle su potencial dentro de las organizaciones.
“El machismo no solo afecta a las mujeres sino a los hombres, porque los hace a ellos tener una identidad muy limitada”, comentó Villaseñor.
“Hay un espectro emocional que no se le permite explorar al hombre, ya que el estereotipo les dicta que tienen que ser machos alfas, seductores y conquistadores. Ésta es una definición muy limitante de un individuo. En cambio, está la otra cara de la moneda, las supermujeres: el estereotipo que nos impone el tener que mantener una falsa imagen de perfección donde podemos hacer todo a la vez, tener una carrera, trabajo, hijos, esposo y amigas”, agregó.
Por otro lado, existen estudios que evidencian que el 70% de las mujeres que no deciden crecer en las empresas, se debe en parte por creencias limitantes autoimpuestas que giran en torno a su rol en las empresas, lo cual limita la igualdad a acceso de oportunidades.
Se habla del término “techo de cristal”, una metáfora que se refiere al tope o límite que tiene una mujer en la vida pública, generado por estereotipos y construcciones culturales. Son un conjunto de normas no propiamente establecidas al interior de las organizaciones que dificulta a las mujeres tener acceso a los puestos de alta dirección.
Mencionó Carrasquero que, el primer paso para superar la brecha salarial es la sensibilización, y que no se trata de un cambio que sucede de la noche a la mañana, pues en este proceso se debe realizar una incómoda pero necesaria reflexión sobre si nosotros mismos somos responsables en nuestras casas de imponer estos estereotipos y replicarlos en nuestros ambientes laborales.
El siguiente paso es cuestionarnos si nuestro equipo de trabajo es lo suficientemente inclusivo. Es importante contar con liderazgos diversos, ya que, si tenemos a los mismos tomadores de decisiones de siempre, constantemente se producirán los mismos resultados, ya que éstos vienen de personas que viven realidades similares, y lo que queremos son personas que aporten experiencias y opiniones diferentes.
Dicho esto, pasamos a un tercer paso, que es la responsabilidad por la equidad, o accountability. Estar constantemente monitoreando cifras que nos permitan medir la conformación de nuestros departamentos en las organizaciones.
Por último, y tomando como punto de partida las cifras del punto anterior, prosigamos a establecer políticas y programas que creen sistemas de inclusión en nuestras organizaciones.
Comenta García que, “en las empresas, la parte más importante de un ser humano deben ser sus actitudes y sus experiencias lo que califican para un puesto, no el género”.
Si bien es cierto que aún queda mucho por recorrer en materia de igualdad, primero reconozcamos que esta lucha es en conjunto, y que, no son solo las mujeres quienes se ven afectadas por la desigualdad.
En conclusión, la deconstrucción no es un proceso fácil. Invita a cuestionarnos años de creencias y a salir de un colchón mental de confort, pero que, de atravesar esta incómoda reflexión, podremos ver con luces largas los beneficios colectivos e individuales en donde tanto hombres como mujeres, podemos ser libres de ser quienes queramos ser en este mundo.