Autor: Guillermo Castro H. - Asesor Ejecutivo de la Fundación Ciudad del Saber
La tarea de educar ha sido entendida desde hace mucho como un factor decisivo para el desempeño de las empresas y el desarrollo de las sociedades. Esa importancia anima un debate de gran riqueza desde la Antigüedad hasta nuestros tiempos.
Desde su origen, ese debate otorgó especial importancia al vínculo entre la educación – en el sentido griego de areté, o capacidad para la vida en sociedad –, y la instrucción, en el sentido también griego de tekné, o capacidad en el dominio de la técnica. Así, encontramos ese vínculo en Aquiles, el héroe griego por excelencia, que dominaba como nadie la tekné del combate con lanza y espada, y cuya areté le permitió dominar la ira provocada por una ofensa de su rey para dirigirla para encontrar finalmente una muerte honrosa en combate contra sus adversarios troyanos, y convertirse en un ejemplo moral que perdura hasta nuestros días.
Hoy, el desarrollo de ese debate otroga además gran importancia que se le otorga a la formación, que sintetiza la educación y la instrucción, y las orienta hacia una visión común a todos los así formados, a escala tanto global como glocal. Con ello, esa visión adquiere a un tiermpo la capacidad de expresarse en la práctica y evolucionar de manera consistente tanto con las experiencias que esa práctica ofrece, como con los valores que la inspiran.
El principal desafío que enfrenta hoy ese proceso de formación consiste en garantizar la eficacia sus actividades de instrucción y educación, para mejorar su eficiencia en un mundo en transición. Eso demanda vincular entre sí tres problemas de gran importancia para toda empresa de clase mundial.
El primero de ellos consiste en comprender - en su origen como en sus opciones de futuro - la transición por la que estamos atravesando. El segundo, en entender mucho mejor la naturaleza y las funciones del mercado en que operamos en esta circunstancia histórica. Y el tercero, asumir con claridad el entorno operativo que esa circunstancia genera, para entender en su razón de ser a los desafíos y oportunidades que ese entorno nos plantea.
El cambio tecnológico, por ejemplo, forma parte de la historia social y económica, y debe ser comprendido en su relación con ellas. Así, si estamos ingresando en la Cuarta Revolución Industrial, ¿cuándo, cómo y con qué consecuencias operaron las tres primeras? ¿Qué cambios en el hacer y el pensar han demandado esos cambios en la vida social, y cómo han impactado esas cambios en el desarrollo de cada sociedad?
El valor de la formación no se expresa tanto en la cantidad de las respuestas que ofrece, como en la calidad de las preguntas que genera. En ese sentido, podría decirse que la instrucción nos enseña a hacer, la educación nos enseña a responder, y la formación nos prepara para aprender haciendo y hacer aprendiendo, facilitando así la innovación constante que demandan estos tiempos. Formación para la innovación, innovación para la transformación: de eso se trata, en verdad
Guillermo Castro H.
Asesor Ejecutivo
Fundación Ciudad del Saber