El corto plazo es el nuevo largo plazo
El planeamiento a largo plazo como lo conocíamos ya no existe, y debemos ser muy claros en ello. Lo que más debemos tener en cuenta como referente, y hasta como sueño a alcanzar, es lo que hoy llamamos el sentido del propósito de la empresa.
El corto plazo toma hoy una preponderancia fundamental, y no porque queramos lograr resultados económicos sin ver el largo plazo, sino porque la velocidad del cambio y la disrupción nos obligan a un análisis y planificación permanentes como la mejor forma de gestionar, tomar decisiones estratégicas y ver si estamos realmente en camino a ese sueño que tenemos. Por supuesto, esto variará según la velocidad con la que evoluciona y madura cada industria: el cambio no es igual si estamos en una empresa de telecomunicaciones o en una de cultivos agrícolas de largo plazo. Para planificar tenemos que visualizar siempre a dónde queremos llegar, cuál será nuestro entorno y qué rol jugaremos en él, y analizar si tenemos que modificar nuestro modelo de negocio para lograr nuestros objetivos.
Entonces, se hace necesario un sistema de planeamiento vivo, sujeto a una continua revisión, para que como empresa nos podamos adaptar a los cambios y no desaparecer en el camino. Son justamente las empresas que han variado sus modelos de negocio apoyándose en tecnología, las primeras en aplicar este enfoque a sus planeamientos.
Los CEO tienen un gran reto: para mantenerse activos y en vigencia en tiempos en los que los cambios son tan rápidos, deben ser capaces de tener una mente abierta, cuestionadora, inquisidora y alerta a todo aquello que pueda estar cambiando su visión de largo plazo.
Su capacidad de adaptación, su curiosidad y su elección de rodearse de las personas indicadas son los diferenciales que hacen que un CEO siga en carrera. La seguridad que le daba su edad o el tiempo de permanencia en una empresa ya no existe. Ahora el conocimiento y el empleo de metodologías ágiles es básico, además de la capacidad de guiar grupos de trabajo o buscar dentro de la empresa quién los lidere, independiente de su rango o especialidad, y permitir que la búsqueda de soluciones o innovaciones sea la mejor.
Hay viejos de 30 años y jóvenes de 60. Lo que prevalece es la actitud y la capacidad de liderazgo.
El CEO debe aprender y adaptarse al cambio, sea joven o no. Estamos en una nueva etapa en la que debe dar saltos cuánticos si la situación lo amerita. ¿Qué quiero decir? Que debemos romper nuestros propios paradigmas y atrevernos a saltar de un tema a otro y salir de nuestra zona de confort en busca de la supervivencia, mientras nuestra infraestructura mental se mantenga intacta. Aquellos que no estén dispuestos a tener esta actitud van a desaparecer o reducir significativamente sus posibilidades laborales.
En resumen, el CEO de hoy debe afinar la puntería constantemente, evaluar y corregir su corto plazo, pero teniendo la visión clara de lo que quiere lograr en el largo plazo, que a su vez no es un punto fijo, sino un objetivo en movimiento.