Por: Carlos Carrasco, Chair del Comité de Sostenibilidad / Director de Desarrollo, Cooperación y Sostenibilidad – Universidad del Istmo
Uno de los grandes desafíos de la economía es poder seguir creciendo sin comprometer el entorno, considerando que los recursos son finitos y las oportunidades de desarrollo no siempre son equitativas. Ante este escenario, el mercado evoluciona y la conciencia ambiental está en constante aumento, por lo que la producción y el consumo responsable emergen como pilares cruciales para la construcción de un futuro sostenible.
De esta forma, la interconexión entre lo que producimos y cómo elegimos consumir tiene un impacto directo en la salud planetaria y en nuestra calidad de vida, por lo que es importante dimensionar cómo las decisiones individuales y empresariales pueden conducir a un cambio positivo a nivel global.
En términos de producción responsable, es fundamental que se tome en cuenta el proceso de fabricación de productos con el propósito de reducir al mínimo su impacto tanto en el planeta como en las personas. Es así como la implementación de tecnologías limpias, la eficiencia energética y la gestión sostenible deben ser parte de los procesos productivos de toda empresa. Aunado a esto, la adopción de prácticas en el contexto de la economía circular, como el diseño productos pensados para un largo periodo de uso, promoviendo la reutilización y el reciclaje, son elementos que aportan a una producción sostenible y reducen cada vez más la huella ambiental.
Por otro lado, el consumo responsable como un resultado de decisiones de compra informadas, implica pensar en el impacto por la obtención de productos, desde la procedencia de estos hasta su disposición final. Como respuesta a esto, existe una creciente preferencia de lo consumidores por productos nacionales, más normativas que promueven la reducción del consumo de plásticos de un solo uso y la progresiva afinidad por marcas comprometidas con la sostenibilidad. Además, el consumidor responsable valora la calidad sobre la cantidad, contribuyendo así a la reducción de desperdicios y fomentando la circularidad en la economía.
De esta forma, podemos decir entonces que la producción y el consumo de manera responsable no son solo actos altruistas; también generan beneficios tangibles. Para las empresas, la adopción de prácticas sostenibles permite mejorar la reputación y puede resultar en ahorros significativos a través de la eficiencia operativa y la lealtad de los clientes. En tanto, que, para los consumidores, el cambio a un estilo de vida más consciente con la trascendencia de nuestras acciones contribuye a un sentido de propósito y bienestar.
También es importante resaltar que esta oportunidad de evolucionar junto al mercado de cara a la sostenibilidad presenta diversos desafíos, desde la falta de conciencia por esta apuesta en beneficio del planeta hasta la resistencia al cambio por la adopción de nuevas formas de producir y consumir. Sin embargo, la educación, las regulaciones gubernamentales y la colaboración entre actores del mercado, son pasos cruciales para superar estos retos y construir un camino más sólido hacia la sostenibilidad.
Finalmente, se puede resaltar que la adopción de prácticas responsables en la producción y el consumo no solo garantiza un planeta más saludable, sino que también promueve la responsabilidad de los impactos que podemos generar en las actuales y futuras generaciones. El cambio comienza con cada uno de nosotros, modificando los métodos de producción como empresas y los hábitos de consumo como individuos, para impactar de forma positiva el futuro de todos.